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sábado, 27 de diciembre de 2008

OMAR JAYAM

(c. s. XI d. C.)

FRAGMENTO DE "EL RUBAYAT"

(EJEMPLO DE LITERATURA CÍNICA, HEDONISTA Y PESIMISTA: EL PLACER ES EL ÚNICO CONSUELO DEL HOMBRE)

El alba vuelca sus rosas en la copa del cielo... En el aire de cristal se desgrana el canto del último ruiseñor... El aroma del vino es más suave... ¡Y pensar que hay insensatos que en esta misma hora sueñan con riquezas y distinciones! ¡Qué sedosa es tu cabellera, amada mía!

Cuando la brisa matinal entreabre las rosas y les dice que ya las violetas desplegaron su espléndido ropaje, sólo es digno de vivir quien contempla a una joven dormida, toma su copa, la apura, y la arroja después.

Cuando vaciles bajo el peso del dolor, y estén ya secas las fuentes de tu llanto, piensa en el césped que brilla tras la lluvia; cuando el resplandor del día te exaspere, y llegues a desear que una noche sin aurora se abata sobre el mundo, piensa en el despertar de un niño.

Puesto que ignoras lo que te reserva el mañana, procura ser feliz hoy. Toma un ánfora de vino, siéntate a la luz de la luna y bebe, mientras te dices que quizás mañana te busque, en vano, el astro de la noche.

¿Sabes lo que te puede acontecer mañana? Ten confianza, pues, de lo contrario, no dejará el infortunio de justificar tus temores. No te apegues a nada. No interrogues a los libros ni a los hombres: el destino es inescrutable.

Supongamos que hayas resuelto el enigma del universo, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas arrancado a la verdad todos sus velos, ¿cuál es tu destino? Supongamos que hayas vivido feliz cien años, y vayas a vivir aún cien años más, ¿cuál es tu destino?

Todo el mundo quisiera marchar por la senda del conocimiento. Unos la buscan afanosamente; otros dicen haberla encontrado ya. Mas un día una voz clamará: "No hay ruta ni sendero".

El vasto mundo: un grano de polvo en el espacio. La vana ciencia de los hombres: palabras. Los pueblos, las bestias y las flores de los siete climas: sombras. El fruto de tu continua meditación: nada.

Los sabios no podrán enseñarte nunca nada, mas la caricia de unas negras pestañas de mujer te revelará la felicidad. No olvides que tus días sobre la tierra están contados, y que bien pronto volverás al polvo. Trae vino, busca un lugar al abrigo de importunos, y deja que la vid te consuele.

Gira la ruleta, indiferente al cálculo de los sabios. Renuncia al esfuerzo vano de contar las estrellas. Medita más bien en esta verdad: habrás de morir, no soñarás más, y los gusanos de la tumba o los perros vagabundos se disputarán tus despojos.

Cuando hayamos muerto, no habrá ya rosas ni cipreses, ni labios rojos ni vino perfumado; tampoco habrá ni penas ni alegrías, ni auroras ni crepúsculos. El universo se aniquilará, puesto que su realidad depende tan sólo de nuestro pensamiento.

Convéncete bien de esta verdad: un día tu alma se desprenderá de tu cuerpo, y serás arrojado tras el velo que flota entre el universo y lo desconocido. Mientras tanto, sé feliz: no sabes de dónde vienes; ingnoras a dónde vas.

La vida es un juego monótono en el que sólo puedes ganar dos cosas: el dolor y la muerte. ¡Dichoso aquél que expiró el mismo día de su nacimiento! ¡Y más dichoso aún el que no ha nacido!

Pasa la vida cual rápida caravana. Detén tu marcha y trata de ser feliz. ¿Por qué te afliges, pequeña mía? Dame vino, la noche se acerca.

Me pregunto qué es, en verdad, lo que poseo, qué subsistirá de mí cuando haya muerto. La vida es breve como un suspiro. Llamas que el viajero olvida, cenizas que dispersa el viento: he aquí la vida del hombre.

Hace ya mucho tiempo que mi juventud fue a reunirse con todas las cosas muertas. Yaces hoy, primavera de mi vida, junto con las primaveras de antaño. ¡Oh, juventud mía; pasaste sin darme cuenta! Te fuiste desvaneciendo insensiblemente, como la dulzura de la florida estación.

El vino es de color rosa. Quizás no sea la sangre de la vida, sino la sangre de las rosas. Tal vez la copa en que bebes no es sino azur congelado. Quizás la noche no es sino el párpado del día.

Nada me interesa ya. Levántate y dame vino. Esta noche, tu boca es la más bella flor del universo. ¡Vino! ¡Vino rosado como tus mejillas! Y que mis remordimientos sean tan breves como tus risas.

¡Oh, tú, cuyo rostro de estatuilla china causa envidia a las rosas silvestres! ¿Sabes que tus ojos aterciopelados han vuelto al Rey de Babilonia semejante a un alfil que retrocede ante la reina?

Nos diste ojos, Señor, y permites que la belleza de tus criaturas nos deslumbre; podemos ser dichosos y pretendes que renunciemos a los goces de este mundo. ¡Mas esto es tan insensato como querer invertir una copa sin derramar el vino que contiene!

Olvida que deberías haber sido recompensado ayer y no lo fuiste. ¡Qué importa, sé feliz! No eches de menos ninguna cosa ni esperes nada tampoco. Lo que ha de suceder, escrito está en el libro que hojea, al azar, el viento de la eternidad.

Mira y escucha. Una rosa tiembla por la brisa, y el ruiseñor le canta, apasionado, himnos; una nube se detiene. Bebamos, y olvidemos que la brisa deshojará la nube que nos brinda su sombra.

FIN

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