La educación en línea y a distancia: ¿opción educativa real?
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han transformado nuestras vidas en todos los órdenes, desde el doméstico hasta el académico, cultural y empresarial.
Los paradigmas de la educación tradicional, centrada más o menos en el docente, cedieron ante los impulsos de la educación centrada en el aprendizaje: en ésta, lo importante es construir el conocimiento en forma colaborativa; los docentes ya no se consideran poseedores y dispensadores de la única verdad; los discentes o alumnos son los principales responsables de su formación intelectual, afectiva y moral. No se trata ya, por otra parte, sólo de transmitir contenidos cognitivos: se busca también y fundamentalmente adquirir destrezas, habilidades, actitudes y metodologías que permitan al discente integrarse ventajosamente en el mundo laboral.
Muchos han sido los intentos, ensayos y errores para llevar la educación a una mayor cantidad de destinatarios. Muchos han sido también los recursos invertidos para lograr que la educación mejore no sólo sus aspectos cuantitativos, sino más aún los cualitativos.
En México, en la década de los 70’s, el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) intentó escolarizar al mayor número de personas mediantes programas de educación abierta, es decir, no sujeta a espacios y horarios rígidos. Sin duda, los resultados no fueron tan buenos como se habían previsto, pero muchos mexicanos y mexicanas tuvieron la oportunidad de completar sus ciclos de Primaria y Secundaria y, lo más importante, se sintieron integrados a la corriente de modernización que el país experimentaba.
Tras los grandes esfuerzos oficiales por escolarizar a los ciudadanos mexicanos, hubo también la intención de ofrecer educación a distancia, sobre todo a partir de la década de los 90’s. Las Instituciones privadas y públicas de educación superior asumieron el compromiso y el riesgo de escolarizar de manera no presencial.
En el caso concreto de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Coordinación de la Universidad Abierta y Educación a Distancia empezó a impulsar los llamados Centros de Alta Tecnología y Educación a Distancia (CATED). La experiencia ha sido muy positiva, aunque las carencias materiales y operativas siguen siendo grandes. La oferta profesional todavía es reducida, pero en el horizonte parece dibujarse un mejor futuro para este tipo de centros de autogestión del proceso de enseñanza- aprendizaje.
La viabilidad de la educación a distancia y en línea ha dejado de ser un tema de discusión. Las modalidades son viables y representan opciones reales para acercar la educación superior a amplios sectores de la población que, por las circunstancias más diversas, han tenido que interrumpir su proceso educativo. En realidad, estas modalidades son cada vez mejor entendidas por los docentes y los alumnos.
En el fondo, los problemas tienen más relación con la llamada brecha digital que con el sistema en sí: muchos usuarios del estudio en línea a veces no disponen de un ordenador personal. Dependen de servicios públicos que fijan horarios y precios poco accesibles para quienes necesitan disponer de 2 horas o más de conexión on-line. Desafortunadamente, la mayoría de los hogares mexicanos no cuentan con una conexión a Internet. Los proveedores de este servicio son pocos y, como no hay una competencia real por el mercado, las tarifas siguen siendo muy gravosas.
Los esfuerzos de las Instituciones por concentrar a los destinatarios en un lugar y en horarios previstos, quita a la educación en línea una de sus virtudes principales: propiciar que el proceso de enseñanza-aprendizaje se lleve a cabo en los tiempos y condiciones que fije el destinatario.
La experiencia personal del autor de estas líneas ha sido sumamente satisfactoria. Habiendo intentado en el pasado cursar la carrera de Filosofía en el sistema abierto, pronto aparecieron las dificultades propias de la educación presencial: traslados, costos, tiempos, cansancio.
La educación en línea o e-learning, por fin, permitió a quien esto escribe ir avanzando en la carrera de Ciencias de la Comunicación a un ritmo compatible con las actividades familiares y profesionales. Las exigencias no han sido escasas: es necesario adquirir la disciplina suficiente para hacer las lecturas obligatorias en los tiempos adecuados; es imprescindible programar los tiempos para elaborar ensayos, mapas conceptuales, resúmenes y reportes de lectura; es inevitable rescatar los tiempos muertos para hacer lecturas analíticas de los contenidos de todas las materias. En la base de todo: una buena planeación. La dificultad siempre latente: la falta de materiales de lectura accesibles y oportunos.
La educación en línea puede considerarse ya con derecho de ciudadanía en la sociedad del conocimiento. Las instituciones y las personas irán adecuando el modelo para hacerlo idóneo y para que responda cada vez mejor a las aspiraciones de quienes quieren hacer del aprendizaje una práctica de toda la vida. La virtualización de la sociedad del conocimiento parece que apunta en ese sentido: también la educación, como las empresas, debe desterritorializarse, es decir, no debe depender de lugares y tiempos rígidamente programados.
La educación a distancia, en su modalidad en línea, ayudará a los países en desarrollo a ingresar en la sociedad del conocimiento en igualdad de circunstancias con respecto a los países desarrollados. Para que esto se logre será necesario enriquecer el modelo con las experiencias más exitosas de las distintas instituciones y personas.
Sin duda, muchas instituciones de educación superior del sector privado han visto en la educación en línea sólo una nueva oportunidad de ingresos económicos. Tales instituciones ofrecen carreras muy relacionadas con los asuntos administrativos y financieros. Como quiera, los destinatarios de esas ofertas son una minoría privilegiada de México. Los costos por cursos de grado y posgrado son prohibitivos para el 90% de los mexicanos.
Las instituciones públicas, comprometidas con el progreso de las mayorías de México, deberán seguir ofreciendo a distancia y en línea las carreras y disciplinas de las áreas naturales, humanísticas y sociales que mejor convengan a los intereses del desarrollo sustentable. Así sea, por el bien de México.
Las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) han transformado nuestras vidas en todos los órdenes, desde el doméstico hasta el académico, cultural y empresarial.
Los paradigmas de la educación tradicional, centrada más o menos en el docente, cedieron ante los impulsos de la educación centrada en el aprendizaje: en ésta, lo importante es construir el conocimiento en forma colaborativa; los docentes ya no se consideran poseedores y dispensadores de la única verdad; los discentes o alumnos son los principales responsables de su formación intelectual, afectiva y moral. No se trata ya, por otra parte, sólo de transmitir contenidos cognitivos: se busca también y fundamentalmente adquirir destrezas, habilidades, actitudes y metodologías que permitan al discente integrarse ventajosamente en el mundo laboral.
Muchos han sido los intentos, ensayos y errores para llevar la educación a una mayor cantidad de destinatarios. Muchos han sido también los recursos invertidos para lograr que la educación mejore no sólo sus aspectos cuantitativos, sino más aún los cualitativos.
En México, en la década de los 70’s, el Instituto Nacional para la Educación de los Adultos (INEA) intentó escolarizar al mayor número de personas mediantes programas de educación abierta, es decir, no sujeta a espacios y horarios rígidos. Sin duda, los resultados no fueron tan buenos como se habían previsto, pero muchos mexicanos y mexicanas tuvieron la oportunidad de completar sus ciclos de Primaria y Secundaria y, lo más importante, se sintieron integrados a la corriente de modernización que el país experimentaba.
Tras los grandes esfuerzos oficiales por escolarizar a los ciudadanos mexicanos, hubo también la intención de ofrecer educación a distancia, sobre todo a partir de la década de los 90’s. Las Instituciones privadas y públicas de educación superior asumieron el compromiso y el riesgo de escolarizar de manera no presencial.
En el caso concreto de la Universidad Nacional Autónoma de México, la Coordinación de la Universidad Abierta y Educación a Distancia empezó a impulsar los llamados Centros de Alta Tecnología y Educación a Distancia (CATED). La experiencia ha sido muy positiva, aunque las carencias materiales y operativas siguen siendo grandes. La oferta profesional todavía es reducida, pero en el horizonte parece dibujarse un mejor futuro para este tipo de centros de autogestión del proceso de enseñanza- aprendizaje.
La viabilidad de la educación a distancia y en línea ha dejado de ser un tema de discusión. Las modalidades son viables y representan opciones reales para acercar la educación superior a amplios sectores de la población que, por las circunstancias más diversas, han tenido que interrumpir su proceso educativo. En realidad, estas modalidades son cada vez mejor entendidas por los docentes y los alumnos.
En el fondo, los problemas tienen más relación con la llamada brecha digital que con el sistema en sí: muchos usuarios del estudio en línea a veces no disponen de un ordenador personal. Dependen de servicios públicos que fijan horarios y precios poco accesibles para quienes necesitan disponer de 2 horas o más de conexión on-line. Desafortunadamente, la mayoría de los hogares mexicanos no cuentan con una conexión a Internet. Los proveedores de este servicio son pocos y, como no hay una competencia real por el mercado, las tarifas siguen siendo muy gravosas.
Los esfuerzos de las Instituciones por concentrar a los destinatarios en un lugar y en horarios previstos, quita a la educación en línea una de sus virtudes principales: propiciar que el proceso de enseñanza-aprendizaje se lleve a cabo en los tiempos y condiciones que fije el destinatario.
La experiencia personal del autor de estas líneas ha sido sumamente satisfactoria. Habiendo intentado en el pasado cursar la carrera de Filosofía en el sistema abierto, pronto aparecieron las dificultades propias de la educación presencial: traslados, costos, tiempos, cansancio.
La educación en línea o e-learning, por fin, permitió a quien esto escribe ir avanzando en la carrera de Ciencias de la Comunicación a un ritmo compatible con las actividades familiares y profesionales. Las exigencias no han sido escasas: es necesario adquirir la disciplina suficiente para hacer las lecturas obligatorias en los tiempos adecuados; es imprescindible programar los tiempos para elaborar ensayos, mapas conceptuales, resúmenes y reportes de lectura; es inevitable rescatar los tiempos muertos para hacer lecturas analíticas de los contenidos de todas las materias. En la base de todo: una buena planeación. La dificultad siempre latente: la falta de materiales de lectura accesibles y oportunos.
La educación en línea puede considerarse ya con derecho de ciudadanía en la sociedad del conocimiento. Las instituciones y las personas irán adecuando el modelo para hacerlo idóneo y para que responda cada vez mejor a las aspiraciones de quienes quieren hacer del aprendizaje una práctica de toda la vida. La virtualización de la sociedad del conocimiento parece que apunta en ese sentido: también la educación, como las empresas, debe desterritorializarse, es decir, no debe depender de lugares y tiempos rígidamente programados.
La educación a distancia, en su modalidad en línea, ayudará a los países en desarrollo a ingresar en la sociedad del conocimiento en igualdad de circunstancias con respecto a los países desarrollados. Para que esto se logre será necesario enriquecer el modelo con las experiencias más exitosas de las distintas instituciones y personas.
Sin duda, muchas instituciones de educación superior del sector privado han visto en la educación en línea sólo una nueva oportunidad de ingresos económicos. Tales instituciones ofrecen carreras muy relacionadas con los asuntos administrativos y financieros. Como quiera, los destinatarios de esas ofertas son una minoría privilegiada de México. Los costos por cursos de grado y posgrado son prohibitivos para el 90% de los mexicanos.
Las instituciones públicas, comprometidas con el progreso de las mayorías de México, deberán seguir ofreciendo a distancia y en línea las carreras y disciplinas de las áreas naturales, humanísticas y sociales que mejor convengan a los intereses del desarrollo sustentable. Así sea, por el bien de México.
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